Vale la pena humillarse

 
 
 

 

 
 
 
 
En estos días calientes, cualquier mujer, podría decir que siente esos famosos calores que se atribuyen a la menopausia y sobre todo cuando nos dicen que no es el verano, sino que el termostato personal esta dañado.

La menopausia es un proceso de envejecimiento por el que pasamos las mujeres debido a una menor producción de hormonas, estrógenos y progesterona, que se acompaña de la pérdida de la capacidad de reproducción, por lo regular en una edad promedio de los cincuenta años, con límites que oscilan entre los 42 y 56 años. Si bien es cierto que la menopausia no es una enfermedad, trae consigo años difíciles por los cambios hormonales que genera y que nos producen todo tipo de sensaciones, desde los sofocones hasta las infecciones urinarias, desde insomnio y disminución del impulso sexual hasta resequedad vaginal, nos hace de todo y lo peor son sus efectos a largo plazo; osteoporósis y cambios en los niveles de colesterol y un mayor riesgo de cardiopatía.

Como me encuentro en el rango de edad de lo que les explico, salí corriendo hacia el ginecólogo.
El médico, ni corto ni perezoso, aprovecha el momento para hacer todo tipo de búsqueda, nos pone en la posición más odiada por nosotras: patas arribas, espéculo adentro, hurgar y tomar muestra, proceso normal y humillante para hacer un papanicolau. Luego indica un conteo hormonal, es decir, laboratorio, una jeringuilla que succiona la sangre para poder obtener los resultados, nunca se queda una mamografía, horrible sensación frente a “Don Mamógrafo”: frío, moderno, abusador fotográfico de mamas, que manipulado adopta varias posiciones y manipulando también nos oprime los senos... Cuantos pasos para diagnosticarnos si los “féferes” funcionan bien.

Lo peor de todo es el miedo, la inseguridad y el no estar preparados para oír cosas que no nos agradan y sobre todo esperar cuatro o cinco días hábiles para obtener los resultados y poder respirar con aliento de vida. Lo duro de todo es que lo tenemos que hacer, es nuestra responsabilidad ante la vida y al mismo tiempo el respeto por ella. Vale la pena humillarse.

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