Pieza a Pieza

 
 
 
 

 
 
 
El desnudarse siempre lo he visto como un arte y como arte necesita de cuidado, práctica e inspiración.  Para restar en cueros frente a alguien con seguridad, se requiere de respeto por el cuerpo, algo que obtenemos de la consciencia de saber que tenemos.

Para quitarnos las vestiduras pieza a pieza se requiere de confianza en nosotros mismos, lo obtenemos a través de aceptarnos tal como somos. Se necesita de un sentimiento de deseo, que nos provoca quien disfrutará de nuestra desnudez. Si nos desnudamos frente al amor, volamos, partiendo de que ese amor nos brinda respeto y confianza.

El desnudarse va de la mano a la seducción y creatividad, por ello también es arte. La mayoría de las veces cuando nos desnudamos buscamos un espejo, como si nos acecháramos a nosotros mismos, nos gusta vernos y por lo regular practicamos frente al espejo como nos desnudaremos frente a quien amamos.

Hay ocasiones en que no nos damos cuenta cuando fue que nos quitamos la ropa. En otras ocasiones, nos llenamos de ternura y nos desnudamos en cámara lenta, apreciando la textura del tejido… nos quitamos los zapatos sentadas y con los pies en puntas para que cuando el pie salga del zapato se vea sexy.

Les llevamos una ventaja visual a los caballeros a la hora de desnudarnos, porque son más las piezas que nos tenemos que quitar y mucho más los detalles que tomamos en cuenta para hacerlo. Ahora bien, un hombre desnudándose es un gran espectáculo, los decididos, se desnudan rápidamente como si nos dijeran vamos a lo que vinimos, los más tímidos hasta tiemblan por lo que va a pasar y por lo regular no se quieren quitar la camiseta o restan desnudos con las medias puestas. Me arriesgo a aconsejarles que cuando se desnuden, no tengan miedo, tómense el tiempo que necesiten y disfrútenlo no importando las circunstancias. En el caso específico de la mujer una buena práctica para dominar este arte es ir a la playa y lograr salir del agua olvidándose de la toalla o el pareo

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